La enfermedad se dio en todo el mundo, fue una epidemia bastan importante desde el siglo XIX, no tenía tratamiento farmacológico sólo se seguían algunas pautas que eran inhumanas como estas:
Los primeros tratamientos médicos de la polio aguda datan de los años 1780 a 1890. Consistían en purgas rápidas, aplicación de ventosas, aplicaciones con hierro al rojo y golpes de toalla húmeda sobre la columna para favorecer la circulación sanguínea. Se utilizaban baños calientes y tratamientos eléctricos para estimular los músculos. En 1892, el célebre Doctor Williams Osler argumentó contra dichos métodos medievales, tan ineficaces contra la "parálisis" como crueles para el niño. Osler sugirió que, mientras no existieran nuevos tratamientos para la neuropatología específica de la poliomielitis, era mejor no hacer nada y dejar descansar en la cama al paciente, con los miembros enfermos envueltos en algodón. No había gran cosa que hacer hasta el fin del período de la convalecencia, cuando a menudo se recurría a la cirugía ortopédica para restaurar las funciones lo mejor posible.
A la vuelta de los años 1920 y 1930, los médicos trataban principalmente de prevenir o de minimizar la parálisis, primero mediante la utilización precoz de inmunoterapia con suero de convaleciente y luego, poco a poco, insistiendo en una estricta inmovilización en el curso de la fase aguda de la enfermedad y en las semanas siguientes. Este método alcanzó su punto culminante a finales de los años 1930, con la utilización de tablillas normalizadas y "armaduras" con las que se sujetaba a los niños, a menudo varios meses seguidos, debiendo ser transportados tal cual por sus padres.
En los años 1930, la hermana Elizabeth Kenny, una enfermera australiana, reaccionó contra la ortodoxia de la inmovilización. Abogó por el tratamiento de los espasmos musculares por medio del calor y de una fisioterapia pasiva, con el fin de reeducar los músculos enfermos lo más pronto posible después de la fase aguda. En 1940-41, la hermana Kenny llevó su mensaje revolucionario a América del Norte, recorriendo los Estados Unidos y Canadá para formar a otras enfermeras en sus métodos.
Hasta la aparición de los pulmones de acero, al final de los años 1920, nada podía impedir la muerte de pacientes con parálisis de los músculos de la respiración y/o de la deglución, conocida bajo el nombre de "poliomielitis bulbar”. En los años 1930, el pulmón de acero simbolizaba lo peor de la poliomielitis y lo mejor que la tecnología médica podía ofrecer para salvar vidas. Pero los pulmones de acero eran escasos y caros, y los médicos se encontraban frente al doloroso dilema de tener que decidir a quien le sería más útil. En fin, en los años 1940-50, algunos hospitales pudieron disponer de pulmones de acero en gran cantidad, la mayoría para adultos. Se dio el caso de mujeres embarazadas que daban a luz en el interior de un pulmón de acero.
En España, aún en plena época epidémica, eran muy pocos los hospitales que disponían de pulmones de acero.
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En España, las autoridades sanitarias no utilizaron ninguna de estas vacunas hasta 1963, pese al mantenimiento de la grave situación epidémica existente con una tasa anual de poliomielitis que superó los 2.000 casos entre los años 1959 y 1960 y siendo los niños menores de siete años los más afectados (90%). La primera campaña de vacunación se realizó con la vacuna Sabin y se inició en noviembre de 1963. La cobertura de vacunación superó el 90% y se realizó en un tiempo récord, en apenas unos pocos meses. Los resultados fueron excelentes, reduciéndose drásticamente el número de casos de poliomielitis. Así, en 1963 se registraron 1.959 casos, que descendieron a 193 en 1964 y a 70 en 1965. La reducción en la incidencia de la enfermedad fue del 90% tras sólo un año de campaña. A tenor de la tendencia epidémica de los años anteriores, la vacunación libró de la enfermedad a más de 4.000 niños en tan sólo dos años.
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Si se hubiese comercializada la vacuna de forma gratuita y a tiempo, muchos niños de entonces, hombre y mujeres de hoy, no tendrían estas secuelas.
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