viernes, 12 de diciembre de 2014

SIN PALABRAS


Hay momentos en la vida que te hacen pensar en lo verdaderamente importante, en lo que haces,
en las relaciones con tu familia, con los amigos o los hijos.

Cuando alguien pierde aun hijo, es algo terrible, es una de las peores cosas que te pueden pasar en la vida, por no decir la peor, es algo que no se lo deseas a nadie.

Pero y cuándo un hijo pierde a su madre, no a una madre de 80 o 90 años, la cual ha vivido y disfrutado de una larga vida, que te ha visto crecer y te a ayuda siempre, sino la de una madre joven, que quiere ver crecer a su hijo pequeño y no lo va ha poder hacer porque su vida se va apagando poco a poco.

Que pasará por la mente de esa madre al pensar que le queda poco tiempo para disfrutar de su pequeño, que no lo volverá a llevar al colegio dándole un beso de despedida, que no vera como hace su primera comunión, que se va a perder como crece  sin poder darle esos consejos de madre y muchas muchas más cosas.

Cinco años luchando contra el cáncer, cinco años luchando por pasar todo el tiempo del mundo con su hijo y su familia, pasear, jugar con él, y todo aquello que su enfermedad le permite, ya que esta enfermedad la agota y la consume lentamente, y no quiere que su hijo la vea cansada, triste. De su larga melena rubia sólo quedan algunos mechones que oculta con gorros y sombreros, su cuerpo de una delgadez extrema lo oculta bajo un chándal, dibuja en su rostro la mejor de sus sonrisas, saca fuerzas de donde no las hay, todo, para ver a su hijo y pasar un ratito con él.

Cinco años luchando contra esa enfermedad, cinco años intentando sacar fuerzas, pero las fuerzas se agotan, su cuerpo se va consumiendo lentamente. Esta maldita enfermedad se ha ido llevando su vida, le ha ido robando las fuerzas hasta agotarla, ha conseguido quitarle lo que más quería y por lo que tanto luchaba, el no volver a ver a su hijo.